sábado, 11 de diciembre de 2010

Historiografías del tiempo presente

HISTORIOGRAFÍAS DEL TIEMPO PRESENTE


Abdón Mateos, EL USO PÚBLICO DEL EXILIO EN LA ESPAÑA ACTUAL

“Me siento responsable de no haber suscitado un debate sobre nuestro pasado histórico, el franquismo y la guerra civil, en el momento en que probablemente era más oportuno (…) no hubo, no ya exaltación, ni siquiera reconocimiento, de las víctimas del franquismo, y por eso hoy me siento responsable de parte de la pérdida de nuestra memoria histórica”.[1]

Felipe González (2001)

El argumento central de este capítulo final sobre el uso público[2] del antifranquismo después de Franco, se puede resumir en la afirmación de que el exilio se ha convertido desde, al menos, los años noventa en una verdadera cuestión de Estado, en referencia central de cultura política de España democrática, mucho más que la voz antifranquismo.

En otros países como, por ejemplo, Italia, a pesar del predominio político de la Democracia Cristiana o del Polo de la Libertad, el componente de liberación nacional que tuvo el antifascismo, hegemonizado por el PCI, permitió, hasta los años noventa del siglo XX al menos, que tuviera un peso más decisivo en la conciencia histórica de la república italiana.[3]

En efecto, esta reciente transformación de la conciencia histórica en España durante las dos últimas décadas no es casual, dado que la resistencia y actividad clandestina antifranquistas estuvieron asociadas a la hegemonía del comunismo español mientras que el exilio político tuvo como principal protagonista al partido socialista, tanto por su organización regular de masas, como por sus relaciones con otras fuerzas y su presencia internacional. Esa capacidad de denuncia exterior del franquismo fue uno de los mayores activos de la política del exilio.[4]

En este uso del exilio ha predominado, claro está, la recuperación de la obra de la élite intelectual, refugiada sobre todo en México, sobre otras dimensiones políticas más conflictivas, como pudo serlo la reivindicación de la legitimidad republicana. Además, el exilio de los años treinta se puede ver como una pérdida para España y como víctimas de la guerra civil y el franquismo. Incluso los tres exilios de los años treinta (1931, 1936 y 1939), representativos de las “tres Españas”, han permitido que la voz “exilio” se convierta en patrimonio común de los españoles o, como también se expresa, en memoria compartida de un nuevo patriotismo constitucional.

Me voy a detener, sobre todo, en la fase intermedia del uso público del exilio, entre 1993 y 2004, dada la importancia que el uso público del exilio adquirió a partir del cincuentenario de su inicio. Además, el hecho de que durante buena parte de esta década los sucesivos gobiernos carecieran de mayoría absoluta permitió otorgar un mayor peso reivindicativo del pasado a los partidos nacionalistas y los grupos minoritarios.

Respecto al período actual, abierto con los gobiernos de Rodríguez Zapatero, aunque sea todavía una historia inmediata, cabe señalar que las tímidas y simbólicas políticas de reparación contenidas en la Ley de diciembre de 2007, aprobadas sin el consenso de todos los grupos parlamentarios, han terminado amenazando la creación de una memoria compartida o cultura política común, debido a la polarización política sobre la significación de la guerra civil y del franquismo.

Sin embargo, tanto las instituciones privadas (por ejemplo, el Banco de Santander en el año 2006 con el patrocinio de la Cátedra del Exilio y en el 2010 con la firma de un convenio con la UNED para la creación de un Centro de Estudios sobre las Migraciones y los Exilios) como el Gobierno, a través del Ministerio de Cultura, han promovido la conmemoración oficial del septuagésimo aniversario del inicio del exilio.

Paradójicamente, una de las medidas reconocidas en la Ley de la “memoria histórica” de 2007, el reconocimiento de la nacionalidad de origen y, por tanto, de los derechos políticos de la ciudadanía, a los descendientes hasta la segunda generación de los exiliados y emigrantes salidos de España durante la posguerra hasta 1955, ha terminado poniendo en crisis el reciente y flamante Estatuto de Ciudadanía de los españoles del exterior. Aunque el temor de que se produjera una avalancha de peticiones de nacionalidad de descendientes de exiliados y de emigrantes no se ha materializado, puesto que durante estos dos últimos años las peticiones registradas son alrededor de 100.000 y se han reconocido solamente unos 40.000 nuevas nacionalidades de origen, la realidad es que el censo electoral de residentes ausentes prácticamente se ha duplicado durante los últimos quince años, pasando de unos setecientos mil españoles a un millón y trescientos mil.[5]



[1] Felipe GONZÁLEZ y Juan Luis CEBRIÁN, El futuro no es lo que era. Una conversación, Madrid, Aguilar, 2001, p. 139.

[2] Para la noción de “uso del pasado”, véase, por ejemplo, Enzo TRAVERSO, Els usos del passat, Valencia, PUV, 2006. Siguiendo al filósofo de la Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas, considero que todas las referencias al pasado fuera del ámbito académico, incluso las realizadas por historiadores, se revelan como usos públicos del pasado. Dentro de estos “usos” se encuentra de forma principalísima, claro está, el uso político, a menudo denominado “políticas hacia el pasado”, “políticas de memoria” o “memoria histórica”.

[3] Véanse, por ejemplo, Sergio LUZZATTO, La crisi dell´antifascismo, Turín, Eunandi, 2004; y Alberto DE BERNARDI, Discurso sull´antifascismo, a cura di Andrea RAPINI, Roma, Mondadori, 2007. Un debate comparativo en María Elena CAVALLARO y Abdón MATEOS (eds.), “El uso público del antifascismo y del antifranquismo en Italia y España”, Historia del Presente, 15, 2009/1.

[4] Un ejemplo de balance general, referido sobre todo para México en la edad contemporánea, en Clara E. LIDA, Inmigración y exilio. Reflexiones sobre el caso español, México, El Colegio de México, 1997; y, más recientemente, de la misma autora, con ocasión del LII Aniversario del exilio, Caleidoscopio del exilio. Actores, memoria, identidades, México, El Colegio de México, 2009.

[5] Tomado de los censos electorales de residentes ausentes del INE.


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